martes, 22 de septiembre de 2009

El debate que no fue

Hugo Chávez, presidente venezolano, invitó a intelectuales de derecha e izquierda a debatir en su programa “Aló Presidente”. La invitación se realizó para el sábado 30 de mayo a las 11 horas y se extendió a personalidades como el escritor peruano, Mario Vargas Llosa; el ex canciller mexicano Jorge Castañeda; y el escritor Enrique Krauze, también mexicano. Todos ellos conforman un grupo de intelectuales liberales que expresan continua disconformidad con el gobierno venezolano.

Todo estaba pactado entre las partes cuando, en una emisión especial de 4 días de “Aló Presidente”, Chávez explicó que él no participaría del debate, sino que ofrecía su espacio y sería espectador del foro. Ante estas declaraciones, los intelectuales de derecha respondieron que su interés en el evento era puramente poder discutir con el mandatario y de no ser así, no participarían.
En una primera instancia, los tres liberales convocados aceptaron la invitación, creyendo que sería una buena oportunidad para discutir temas como la democracia, los derechos humanos, la libertad y la crisis económica internacional.
Por su parte, Chávez pretendía mostrar que su gestión distaba de ser dictatorial y ofrecía su propio espacio televisivo y radial para mostrarle al pueblo venezolano las distintas corrientes políticas.

La retirada intelectual provocó una pelea mediática entre Hugo Chávez y el escritor Mario Vargas Llosa. Cada uno envió su mensaje de ataque al otro a través de distintos medios y así se generó una ida y vuelta de ofensas y respuestas que terminó por destruir cualquier intento de debate civilizado.
La disputa entre los dos sectores opuestos nació el mismo 4 de febrero de 1992 cuando el Comandante Hugo Chávez Frías intentó un golpe de estado contra el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez. Este fue el comienzo del “Movimiento Revolucionario Bolivariano”, el proyecto de combate contra el imperialismo, el capitalismo y todo aquello que representa la dominación estadounidense. Desde que fue electo como presidente en 1999, Chávez lleva adelante un gobierno popular y de “revolución”, un constante combate contra las fuerzas extranjeras que pretenden dominar y someter, no sólo a Venezuela, sino a toda la región latinoamericana.
A partir de este planteo surgieron las contestaciones liberales: los pensadores, intelectuales y economistas que defienden las libertades, tanto de expresión, como de mercado.
Las dos posturas de este debate, que ya lleva una década, reclaman lo mismo: “libertad”. Este concepto tan abstracto lleva a un país a dividirse y enemistarse. La “revolución bolivariana” pide la liberación de aquellos vínculos y dependencias que mantienen al continente latinoamericano como “el patio trasero” de Estados Unidos. Denuncia y pretende terminar con la afiliación involuntaria a un sistema económico que perpetúa a la región a la pobreza y al subdesarrollo.
Desde la otra vereda, existe un grupo de venezolanos que quiere independizarse del control antidemocrático que consideran rige en su país. Rechazan la anulación de las libertades, el dominio de los medios de comunicación y la intolerancia a los pensamientos opuestos, todos ejercicios de su propio gobierno.
Un mismo territorio visto y analizado desde posturas radicalmente diferentes: el socialismo enfrentando al liberalismo económico. Paradójicamente, el conjunto de la población venezolana pretende y espera lo mismo: vivir mejor. La historia demostró que ninguna teoría absoluta es aplicable a la realidad y que cada país debe tomar de la bibliografía aquello que funcione mejor en su territorio.
Lamentablemente no fue, porque este debate pudo haber sido una puesta en común que tomase ideas de ambos lados y que pudiera crear un camino unido que lejos de enfrentar, construya.

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