sábado, 21 de noviembre de 2009

Breve camino al bisturí





La popularidad y la gran demanda de Cirugías estéticas dieron origen a la “Anorexia del Siglo XXI”: la Dismorfofobia. Aunque la mayoría son mujeres, el número de hombres que la padecen va en aumento.


Una vez más nuestro país entra al podio, y en este caso en uno de esos rankings que sería preferible evitar: países con mayor cantidad de cirugías estéticas. Según el informe publicado por la Sociedad Internacional de la Cirugía Plástica (ISAPS), Argentina ocupa el tercer lugar en el mundo, detrás de Estados Unidos y México.

Como si con la demanda local no fuera suficiente, la tendencia de los últimos años es el “Turismo de bisturí”. Este “modelo de viaje” consiste en la llegada de turistas, principalmente estadounidenses, israelíes y chilenos, que con el cambio favorable se realizan intervenciones quirúrgicas a bajos costos.

Contrario a la creencia popular, “El boom del bisturí” no sólo afecta a las mujeres, cada vez son más los hombres que se someten a cirugías y tratamientos estéticos de distinto tipo para modificar su imagen. Los más populares son el lifting facial, las inyecciones de botox y los implantes mamarios, en el caso de las mujeres. Martha Mogliane, presidenta de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires, explica que “el boom” se originó a partir de la salida de la crisis de 2001: "Pasó la crisis, hay cierta estabilidad y, en lugar de ahorrar, algunos deciden programar una operación que desean hace tiempo. Incluso, hay quienes sacan un préstamo para pagarla". A su vez, los avances de la anestesiología y la medicina estética, sumada a la difusión de mayor cantidad de información al respecto, aminoraron el miedo de los pacientes a entrar al quirófano.

La “desmitificación” de las cirugías en conjunción con la instalación de un ideal de cuerpo inalcanzable provocó una nueva adicción: la exagerada sumisión a cirugías plásticas. Esta surge del culto a la estética, de creer que modificando las partes del cuerpo que “no son perfectas”, el paciente será más feliz y exitoso.

Por su parte, la psiquiatría habla de un Trastorno Disfórmico Corporal, también llamado Dismorfofobia. Este es un cuadro psicopatológico que se caracteriza por una excesiva preocupación por un defecto o imperfección en el aspecto físico. El psiquiatra Ricardo Pérez Rivera, director médico de Bio Behavioral Institute y especialista en trastornos de la imagen corporal, explica que “de existir el defecto, es mínimo, sin embargo genera en el dismórfico un profundo dolor emocional. Estos pacientes están convencidos de que su defecto es grave y están obsesionados con él. Evitan la mirada de los demás y se aíslan socialmente, por eso muchas veces son mal diagnosticados como fóbicos sociales”. Las que lo padecen son mayormente mujeres y personas con autoestima baja que creen que en la belleza se encuentra la clave del éxito, es por esto que sucumben ante la presión cultural de lograr un ideal estético inalcanzable.

La adicción a las cirugías es, entonces, la manifestación de un tipo de psicosis en la cual el descontento se pone sobre un rasgo físico pero que verdaderamente se trata de una imagen mental. El problema se torna más severo cuando los pacientes no logran la satisfacción con los cambios que se les realizan en el quirófano, volviendo una y otra vez.

En Estados Unidos, los cirujanos plásticos reciben cursos e instrucciones para poder detectar pacientes que padezcan este u otro trastorno, evaluando las reales motivaciones que llevan a los pacientes a la intervención. Desafortunadamente, en nuestro país esto no ocurre.

Someterse a una cirugía estética no significa, necesariamente, poseer Dismorfofobia, hay casos en que los resultados son sumamente positivos e inclusive, las cirugías reconstructivas son uno de los grandes logros de la medicina moderna. De todos modos, resulta imperativo que el potencial paciente sea conciente de lo que implica una intervención quirúrgica y de los verdaderos motivos que lo llevan a ella.



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