viernes, 27 de noviembre de 2009

Cuando las visitas vienen marchando...


Huéspedes internacionales en la conmemoración del Centenario


Durante la celebración de este aniversario dijeron presente grandes personalidades; la gran mayoría, provenientes del viejo continente, con la motivación de ver con sus propios ojos cómo había progresado aquel lugar al que Colón llamó “Nuevo Mundo”.

Los primeros en desembarcar en Buenos Aires para celebrar el centenario fueron el italiano Ricardo Ponzelli y el francés Enrique Brégi: ambos eran pilotos de aeroplanos Voisin. Durante las exhibiciones, Ponzelli no llegó a volar más de doscientos metros debido a que su nave se inclinó sobre un costado y cayó a tierra. Aunque él resultó ileso, la máquina voladora quedó seriamente dañada. En cambio, Brégi pudo realizar su vuelo exitosamente y llegó a volar más de quince minutos elevándose hasta sesenta metros.

También se hizo presente el campeón mundial de ajedrez, el alemán Emmanuel Lasker, contratado por el club argentino de esta disciplina. El europeo – toda una eminencia por aquellas épocas - se fue de Argentina cosechando 55 triunfos, 4 empates y sólo 2 derrotas.

La presencia de estas personalidades extranjeras durante 1910 ayudó a la población nacional a expandir sus horizontes. Con los aviadores, se inició la aeronáutica nacional y, con el campeón de ajedrez, se impulsó el entusiasmo en este deporte que, por aquellas épocas, sólo era para las altas clases sociales.

Otra personalidad francesa que visitó el país durante el centenario fue el célebre novelista Anatole France: los comentarios y recuerdos de este personaje no son nada favorables. Él vino a cambio de 80 mil francos para dar 10 conferencias en la Universidad de Buenos Aires. Pero, al llegar, resultó ser un hombre arrogante, borracho y burlón de las costumbres argentinas. Tan mala fue la impresión que dejó este novelista que, cuando en 1921 le otorgaron el premio Nobel, los diarios argentinos sólo hablaron de lo desagradable que era.

La contracara de este personaje fue el exitoso novelista español Vicente Blasco Ibáñez quien, al llegar al territorio argentino, se “compró” a la población local al hablar maravillas del sorprendente desarrollo de la república, de la excesiva belleza de las mujeres y del gran futuro que tenía la nación si seguía por el camino correcto. El español fue contratado para alternar sus charlas con las de Anatole France pero, el hecho de que hablara español, hizo que sus conferencias fuesen mucho más concurridas que las del francés. Blasco se refirió a Buenos Aires como “la París de Sudamérica” y como “una París que habla castellano”.

Otro visitante que se dedicó a dar charlas fue el prestigioso italiano Enrico Ferri – uno de los tres pilares de la escuela positivista penal junto con Césare Lombroso y Giuseppe Garófalo. Otra eminencia italiana que dijo presente en el centenario fue el inventor Guglielmo Marconi, quien sorprendió al país con sus avances en la tecnología inalámbrica (por ejemplo: puso en funcionamiento el primer timbre eléctrico).

La representante por España para los festejos del Centenario fue la tía del monarca Alfonso XIII. María Isabel Francisca de Asís de Borbón y Borbón se convirtió en la personalidad más relevante entre las visitas extranjeras. Tal es así que, por cuestiones protocolares, el presidente de Chile, Pedro Montt, debía ocupar el lugar principal junto al primer mandatario argentino, José Figueroa Alcorta, y, sin embargo, éste le cedió su lugar a la infanta en todos los actos que participó. Ella vino secundada por su dama de compañía, la duquesa de Nájera, efectivos militares que participarían en los desfiles, y por un grupo de periodistas que escribieron la crónica de su visita al país para luego publicarlas en un libro titulado “Viaje de su Alteza Real la Infanta Isabel a Buenos Aires”.

Un tema aparte fue la llegada del cometa Halley, el cual trajo varios europeos con ganas de tener un buen avistaje del mismo. Uno de ellos fue George Clemenceau, un reconocido político francés que, 5 años más tarde, conduciría la guerra contra Alemania. Este hombre vino a la Argentina investigando el posible fin del mundo que se pregonaba debido a la proximidad del cometa, pero finalizó brindando charlas y elogios a la sociedad nacional. Una de las declaraciones más recordadas de Clemenceau fue la que expresaba su desconsuelo por no haber podido probar la pasión y belleza de la mujer argentina a causa de su estricta fidelidad.


¿100 años no es nada?

Es llamativo conocer la cantidad de visitantes extranjeros que tuvo la Argentina en 1910 como consecuencia de las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo.

Principalmente, la de la representante de España quien, a pesar de conmemorarse la emancipación de su gobierno, fue recibida en forma calurosa y su envestidura fue por demás considerada. Se puede suponer que la clase aristócrata de la época estaría de parabienes ante la presencia de la infanta, oportunidad que aprovecharían para relacionarse con un vestigio monárquico, algo con lo que la Argentina ya no contaba entre sus autoridades.

La curiosidad podría ser uno de los factores que atrajeron a los huéspedes internacionales debido a que los servicios informativos de aquel entonces relataban el crecimiento que el país había logrado en esos cien años de independencia en cuanto al uso de sus tierras, su régimen político y su actividad comercial. La invitación para los festejos era una oportunidad para comprobar con ojos propios lo que se conocía por cables de noticias o por relatos de terceros.

A partir de año próximo, y salvando las distancias en cuanto a las diferencias que acarrea el paso de un siglo entre un aniversario y otro, será el momento de comparar el nivel y el alcance de los invitados foráneos que se acercarán a festejar junto a los representantes argentinos.

Diego Presas
Alejandro Toretti


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